lunes, 26 de diciembre de 2011

Amar, no rezar, comer

A lo largo de los siglos comer ha variado su significado y contenido. Ha dejado de ser una necesidad biológica tan pronto como el humano se hizo humano para volverse un montón de cosas que lo identifican, placeres y signos de poder.
Hoy, leyendo "ricos flacos y pobres gordos,la alimentación en crisis" de Patricia Aguirre y horrorizada en cuánto despilfarro culinario sin cariño significan las fiestas, pensaba.

Es a primera vista lógico que en una ciudad de once millones de habitantes el abastecimiento es una cuestión compleja. Ya estamos acostumbrados a todo lo que nos llega congelado y sin gusto a nada: bananas verdes, paltas insípidas, manzanas todo el año. También es sabido que la cuestión de mercado que exige producción a cualquier costo hace que nuestros lácteos estén llenos de hormonas. Y los pollos, y las carnes...

Este año pasado una homeópata muy seria me recomendaba una dieta horripitufante a base de mijo y chia. Sin harinas, sin carnes, sin lácteos. Sin, bah. Sin.

¿Y entonces? ¿Qué hacemos para comer? ¿lo odiamos?
¿realmente vamos a estar más sanos si odiamos comer?
¿Cuidarnos implica olvidar miles de años de sabiduría? ¿"los fideos son más sanos sin salsa", ¡corramos a comer fideos blancos!??

Las verduras orgánicas son una solución en un país vuelto a colonizar por el Roundup (y contra éste no hay aceite caliente que valga).
Las carnes... estem.. bueno, una vez cada tanto puede uno darse el gusto.
Un ternerito como yo llora cada vez que la leche se pone ácida al día siguiente de abrirla, pero ya no se corta. ¿qué tiene la leche de leche si no se corta?

Nuestra corrida loca sin ton ni son nos deja oscilando entre dietas de 600Cal y una opulencia de medio kilo de manteca para sofritar algo en los canales de cable.
¿no nos hará falta un poco de equilibrio?
¿no será recuperar el amor por la comida?
¿Cocinar no era, además de muy sensual, un profundo acto de entrega?
Bueno, no sé.

Yo voy a seguir intentando la revolución en la parada del bondi, este re crear lazos que perdimos -indudablemente el mayor triunfo de la dictadura- y cocinar con amor, que es lo que me sale.
Cuando no canto, claro.

(el libro es un golazo: entregan copias gratis en Iriarte Verde. O me lo piden y lo socializamos).

sábado, 17 de diciembre de 2011

los destinos de La Tía Julia

¿Será que el oficio de leedor atenta contra la escritura? ¿sobreanálisis? ¿Que tenga que ver con la vieja anecdota de que los matemáticos anteriores a Cantor tenían mucho más tiempo para pensar porque no tenían que leer a Cantor?
Sé que si uno lee todo el día eventualmente el peso de tanta obra gloriosa, tanto tipo emulable, tanta gracia en el gesto mismo de la escritura inhiben. Sé también que entre el infinito ruido de todo lo que se publica, hay mucho que solo deprime: ¿tengo algo que valga la pena agregar a este quilombo?
¿Será que leer, como actividad, pasivisa?¿pacifica? pero... ¿leer pacifica? ¿y eso desde cuándo?

Los músicos casi siempre interpretamos. La música es, aún cuando no creadora -tecnicamente lo es solo si se compone- activa.

Quizás solo sea el escalofrío de quien se siente inseguro fuera de su paño. Quizás escribir, para mí, requiera otras reglas, más ligadas a la respiración, a algo natural. Quizás solo sea poner un pie, luego el otro y soltarse a andar.

Ojalá.