sábado, 7 de febrero de 2015


Qué horror y qué lindo es extrañarte. Sabiéndote probable, sabiéndote cerca.
Es hermoso el calorcito de tu abrazo lejano y el avellana de tus ojos en mi memoria.

El rápido alternar de la desesperación por saberte, por leerte, por entender se acomoda en la calma del recuerdo tibio de los abrazos. Y del recuerdo (!) de los que vendrán, seguro más y más dulces.

La ansiedad alterna con la calma de saber que todo llega. La imaginación con recordarte y saber que existis fuera mio. Que lo que imagino lo conozco y me desconcierta cada dos por tres. Que esa entelequia del chat sos vos, un ser extraño, hermético, ermitaño. Que el cinismo es máscara y va a caer, derretido.


Cuántas veces recuerdo verte a los ojos. Cuantas veces me duermo con tus ojos en mis pupilas, con tus brazos rodeándome.

Y la historia me pone en un lugar tranquilo donde mis ganas y el enorme cariño que nos une, van a estar ahí. Donde puedo soltarla y mi ansiedad cede, agotada. Donde tus silencios, nuestros silencios...
Donde, aunque te extrañe un horror, aunque muera de ganas de tenerte cerca y no soltarte más, estás acá nomás.

Te quiero tanto

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