sábado, 1 de noviembre de 2014

Ella camina sola bajo la llovizna.  Camina con paso firme y a cada paso reconoce el dolor que la atraviesa.
Sin comprender la geografía, como si esta no fuera su Buenos Aires. Como si, hace casi nada, allá enfrente no hubiera tendido la mano franca, abriendo una puerta.
Camina y recuerda al pobre tipo de las cantigas, que yendo a rogarle a la virgen por el dolor en sus piernas se gasta los muñones.
Qué virgen de mierda

Y así, paso a paso, conquistando el dolor emprende un viaje sin retorno, acaso como todos los viajes, porque, aunque lo tengan, ni uno ni el río volverán a ser los mismos.

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